El camino
Este título, como comprenderán ustedes, no tiene nada que ver con las consideraciones espirituales de don Josemaría en su intento de llevarnos por senderos de oración, ni tampoco con la novela de mi admirado Miguel Delibes donde, como buen amante de la caza y la naturaleza, describe con maestría el descubrimiento de la vida y la transformación que sufre su protagonista –el niño Daniel “el Mochuelo”— en la Cantabria de posguerra, aunque eso de salir de madrugada hacia el pueblo en noviembre, con el ánimo puesto en asuntos de la caza menor con perro, tiene algo que evoca a nuestro maestro castellano en el relato de certeros lances de perdiz en las laderas de su querido Sedano. Amanecer en las ripas junto a los ríos. Foto: Cristina Allué Según el día amanezca con nubes recias de levante, con viento del oeste o con boira prieta en la ribera, el ánimo se torna conmovido, valiente o expectante. En su inicio, el camino transcurre entre semáforos y rotondas que orientan la mirada, cerc