Caza
Después de un tiempo de excesiva sequera, las últimas lluvias de este otoño que renace han dejado el campo preparado para la sementera y para los largos paseos por el monte en busca de liebres, conejos y perdices. La temporada de caza, que inicia su andadura el próximo domingo, viene precedida, como casi siempre, de la incierta perspectiva de divisar, a tiro de escopeta, especies voladoras de prestigio y de sabroso degustar que llevarse al zurrón. Y, es que, en estos días últimos de veda, los cazadores se ilusionan con la apertura y templan los nervios ante la visión somnolienta que invade los anocheceres de éxtasis teresiano de alguna perdiz recitando sus últimos versos: “vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero porque no muero”... Esto de la caza, como todo aquello que compete a los humanos, tiene su punto de controversia y discrepancia en los pareceres, aunque sin alcanzar los niveles de charlatana polémica en las tertulias eruditas de los medios audiovisuales. Todo