"Suiza"
El día comenzó con
sueño. Como era de esperar, el cambio de hora trajo un desajuste en el descanso
nocturno. Estas noches otoñales, en las que nos obligan a alterar el marcador
de las horas, confunden el sueño y desajustan los cuerpos. A pesar de
desactivar la función del cambio automático de la hora en el celular, éste
cambió igualmente y me levanté con la hora nueva. Levantarte a una hora diferente
a la planificada ya trastorna los sentidos y, el momento tranquilo del primer
café en la cocina solitaria con las primeras noticias silenciosas del día en
una tele con subtítulos para no despertar a los demás se realiza, ya, con
cierto nerviosismo. Al paso que vamos, no será extraño que algún día de estos,
leyendo los titulares de la prensa en la pantalla, aparezca mi nombre
relacionado con una cuenta millonaria en un banco suizo transferida a toda
prisa a una sucursal andorrana. Y es que, si no ponemos remedio, no va a quedar
títere político con cabeza y vamos a tener que invertir en jueces antes que en
hospitales; aunque lo mejor será que desayunemos sin leer los periódicos si
queremos afrontar los días de caza con garantías de relajación y sin más
alteraciones cardiovasculares que las provocadas por el salto inesperado de una
perdiz, la carrera acelerada de una liebre y sin la visión inesperada de la tieta forcadell abroncando al presidente
catalán en lo alto de una loma.
Así pues, lo que
había de ser un almuerzo matutino a las siete, hora vieja, se retrasó una hora
porque los otros componentes de la cuadrilla tuvieron también razones para el
retraso y que uno, que es prudente, no indagó porque la discreción siempre
facilita la convivencia y no sea que a uno le llamen bachillero, que para
alcahuetes ya están los periodistas y tertulianos de la tele. Unas tostadas en
el fuego de leña, unos huevos y sardinas de la costa constituyen el fundamento
del almuerzo de una cuadrilla disminuida por la falta del jefe que hoy se ha
tomado día libre por causa familiar. Se anuncia, por parte del Polo, que hoy
hay carrera pedestre en Ballobar y que tendrá que ausentarse para acompañar al
chavalín que está hecho un valiente y, cuando toque, va a cazar más perdices
que su padre y su abuelo juntos.
La mañana pinta
calurosa y el retraso horario, que hace avanzar una hora más el sol, presagia
una jornada asfixiante al mediodía. Y así ha sido que, después de revolcar
algunos conejitos a primera hora y hayamos decidido emprender a las perdices
por las laderas, hayamos hecho la hora de comer sin ver ni una. A ver si
refresca un poco que esto no es otoño ni es nada. La nota del día la ha
protagonizado el Polo que, de buena mañana esperando el café, ha divisado un
conejete distraído en una lejana margen poblada de frondosos artos y frescos
sisallos y, en menos que canta un gallo, lo teníamos colgado en la percha del
mas. Es fino, el Polo!
Una sartén con
patatas y conejo, éste del "súper", que estaba para chuparse los dedos, ha
establecido las energías gastadas. El café y una pastilla de delicioso
chocolate que trajeron Manuel y Asunción directamente de Suiza a donde habían
acudido ilusionados a visitar a su hijo Fernando –venido de Nueva Zelanda a un
congreso científico— acabaron de aportar las calorías necesarias a unas piernas
llenas de agujetas. Lo que ya sabemos es que no hay perdiz o cuesta dios y
ayuda dar con ellas. A ver si se va el calor y, al menos, se respira mejor.
No había leído nunca una "descripción" (llamémosla así) de cambio de hora tan atractiva, con la utilización de tantos temas diferentes para llegar a la conclusión, de eso, que habíamos atrasado una hora.
ResponderEliminarPero no queda aquí, sirve para explicarnos el total desbarajuste que produjo en un día de caza. Retraso en el almuerzo, aunque suculento, mala caza, calor. Es igual, lo importante de un día así, con cambi de hora o sin él, es la comida, el café y la amistad.
¿ Estaba bueno el chocolate ?
Mis felicitaciones.