La cuadrilla


La caza no tendría sentido si no fomentase la amistad. En nuestro caso, más que fomentarla la potencia y la nutre. La cuadrilla se reúne ya al amanecer en el punto de encuentro acordado que acostumbra a ser el mas de Pablo, antiguo mas de Gaspar. 
Lo primero es encender el fuego, y, una vez hechos los saludos adecuados y lanzadas las acostumbradas ironías y chanzas sobre la puntualidad y otros asuntos de los amigos, nos disponemos, invariablemente, a ingerir los huevos fritos con panceta que han preparado los cocineros habituales; estas cosas de la cocina es mejor dejarlas en manos expertas si no queremos acabar a sartenazos; es lo que yo digo, si alguien sabe hacer bien una cosa para que te vas a meter a retortero. Y es que en la cuadrilla hay verdaderos expertos culinarios que con tres huevos, cuatro patatas, una cabeza de ajos, dos cebollas y medio quilo de magro te hacen una sartén de chúpate los dedos; esto de la cocina es un arte, sin duda alguna. Igual David "el Polo", que Luis, que David "el Sabino" saben transformar cualquier cosa comestible en un exquisito plato; Pablo está especializado en las judías con tocino; estas necesitan un tempo, una paciencia y una meticulosidad que sólo él sabe imprimir; el resultado no lo comento porque no quiero atraer la clientela desamparada del Bulli. Un buen vino y alguna botella de cava para los distinguidos sibaritas nunca faltan en la mesa para redondear la reunión.
El caso es que, con tanta dedicación al plato, a veces se nos olvida el fundamento del madrugón y se nos hacen las talaras, pero felices. Eso si, mentiras ninguna y chafardeos locales pocos, en todo caso comentarios inocentes sobre “algún asunto de sociedad” para ponerse al día, y es que el mas no es el mentidero ni la barbería; cada cosa en su sitio y yo a fregar la sartén, el puchero y los platos que alguien lo tiene que hacer.



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