Telediarios
En tiempo de recolectar el cereal de secano y contabilizados los gastos del seguro, la semilla, los abonos, los arriendos, la cosechadora, el combustible, algún préstamo bancario, la gestoría, la cuota de algún seguro médico para evitar las listas de espera de la sanidad pública y los impuestos, según los entendidos del ramo agrícola, ya no queda ni para pipas. Así que hay que buscarse la vida con algún empleo, invertir en una granja de tocinos de engorde o estudiar veterinaria porque, al ritmo que llevamos, en Aragón habrá más animales de engorde que personas, al menos es lo que se desprende observando el tráfico de camiones de piensos y de animales vivos por la deteriorada carretera de Fraga a Sariñena, sombreada en tiempos por acacias, plataneros y moreras que refrescaban a caminantes y hortelanos.
Algunos ya colgaron hace un tiempo la jada, la falz, la dalla, la sulfatadora de mochila o la gayata de pastor y ahora dedican sus ratos libres de la jubilación a la tertulia matinal después de un almuerzo generoso regado de buen vino somontano y la correspondiente dosis de atorvastatina para mantener a raya el colesterol, la metformina que permite un buen bocado de brazo de gitano en las celebraciones y, en su caso, el amlodipino para la tensión arterial, porque lo de las subidas de la tensión ya decía mi suegro que tenía que ver con los disgustos, claro que podría ser una afirmación interesada de aquellos que, defendiendo la misma teoría, no querían jaleos a su alrededor ni altercados familiares que alterasen la sagrada siesta canicular, aunque difícil de gestionar si después del sueño reparador se sienta uno encarado al televisor del bar del jubilado con su buen café, descafeinado y con sacarina, a la hora del “parte” posterior al mediodía, las noticias nunca son buenas, ni las del tiempo, que cuando no anuncian chaparrones que inundan los bajos de los comercios y chiringuitos de la playa, son ventoleras que derriban árboles en el Retiro, o un alud atrapando montañeros en el circo Cotatuero que dejan atónitos, inmóviles y preocupados a los clientes habituales del local, antes de emprender la partida de guiñote.
Y no digamos cuando el telediario informa de los asuntos
políticos, que todo son romances y riñas aparentes entre unos y otros para
entretener al personal, que más bien parecen mojigangas palaciegas que se representan
en los emiciclos que existen a lo largo y ancho de la geografía nacional. Los
televidentes, con los años, ya han adquirido el suficiente nivel de
escepticismo sabiendo vivir al margen de las riñas de sus señorías; las acusaciones e insultos entre los políticos, interesados en tener entretenida la
parroquia, provocan tan solo la risa de los asistentes a ese circo, una justificada preocupación por el bajo nivel de oratoria o su más absoluta indiferencia.
Qué maravilla!!! 👏
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