Patrimonio cultural

 

Ballobar tiene encanto. Desde el mirador de la ermita de san Juan se puede observar el puzle de tejados enredados en el laberinto de calles que bajan hacia el río. Desde allí, los visitantes juegan con los niños a descubrir la ubicación de sus casas, el puente de piedra, la plaza Mayor, la placeta “el cura”, la gasolinera, el ayuntamiento, los pueblos del otro lado del Cinca, las riberas pobladas de chopos que marcan el curso de los ríos y las tumbas de los muertos. En otros tiempos, a la ermita podía accederse por un sendero que partía desde lo alto de la calle San Juan, y cuya ascensión permitía admirar el paisaje en los descansos y descubrir los cambios de perspectiva que se sucedían al ganar altura. Un antiguo sendero que sería necesario reparar, señalizar y conservar en buen estado, en beneficio de la capacidad pulmonar de lugareños y visitantes, al tiempo que permitiese catalogarlo en los mapas y aplicaciones que citan y describen rutas a pie por la comarca. 

Al poco de iniciar el ascenso por el tradicional sendero de la ermita, actualmente desaparecido, encontramos los restos de un castillo medieval, denominado popularmente “el Castillazo”, del que solo se conserva una destartalada y agrietada construcción cuyos restos corresponden a una torre de planta rectangular, de unos 14 por 4'50 metros, manteniéndose en pie solamente la base de la fortificación, apenas dos metros y medio en la parte más alta de las ruinas, construida en una mampostería de formas y tamaño muy irregulares, sustentada mediante argamasa mezclada con gravilla, con un refuerzo de sillares muy grandes toscamente trabajados en la parte inferior de algunas esquinas[1]

Dicha construcción medieval, y su entorno, fueron declarados Bien de Interés Cultural en la Orden de 17 de abril de 2006, del Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, como así figura en su anexo, en la categoría de Zona Arqueológica. Podría pensarse que una ruina arqueológica ha de tener, necesariamente, el aspecto que la define como tal y que no habría de preocuparnos su aspecto siendo como es, una ruina, pero cuando un castillo, un torreón o cualquier construcción árabe, romana, griega o medieval ha devenido en estado de ruina, sea por efecto de explosiones, incendios, saqueos, expolio, erosión natural u otra causa destructiva en el transcurso de los siglos, no estaría de más que, si nos tenemos por ser más civilizados que los medievales, excluyendo la incivilizada acción de los misiles que en estos tiempos confusos aterrorizan algunos lugares del planetay considerando que hay que proteger aquello que representa el patrimonio cultural para conocimiento de las futuras generaciones, y es por eso que gobiernos y parlamentos se esfuerzan en elaborar y aprobar leyes y decretos que obligan a protegerlo, fuera deseable que las instituciones responsables hiciesen lo posible en paralizar la degradación que sufre el Castillazo y su entorno y evitar que se convierta con el tiempo en patrimonio inmaterial.


El ayuntamiento de Ballobar se esfuerza en la gestión municipal con la prestación de servicios dedicados a la población mejorando y saneando las conducciones de agua, pavimentando las calles, construyendo polideportivos, salones multiusos, centros de día, bibliotecas, las piscinas, el tanatorio municipal, gestionando servicios sociales, organizando las fiestas de agosto, colaborando en las celebraciones populares y prestando un sinfín de servicios que requieren gestionar un presupuesto propio con la colaboración de otras administraciones aragonesas mediante subvenciones, conciertos y otras fórmulas. Y sería deseable que pusiese interés también, con la colaboración de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón, en la necesaria intervención en la rehabilitación del “Castillazo” y su entorno, evitando situaciones de deterioro que pudiesen ser irreversibles, así como en la reconstrucción del sendero de acceso tradicional desde la población, teniendo en cuenta que, la inversión en la recuperación del patrimonio cultural, además de revalorizar el propio bien, juega un papel fundamental en la atracción turística que repercute en la fijación de población y en el desarrollo económico y social del medio rural.





[1] Referencias: Web del Ayuntamiento de Ballobar y SIPCA

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