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Hay aromas que despiertan instintos golosos. Pasear próximo a los hornos de
pan a primeras horas de un día veraniego estimula los sentidos y el apetito. La
brisa matinal se cuela en las alcobas impregnando su penumbra con el olor del
pan recién horneado, de tortas, de bollos y de enfarinoses de
calabaza, de chocolate o de canela, acompañando su aroma tostado con un alegre
guirigay de gorriones como una albada de dulzainas y gaitas que animan a los
vecinos a comenzar la mañana. Una jornada que los panaderos iniciaron ya en la
noche preparando la masa en el obrador, cortando las raciones, dando forma a los panes y encendiendo el fuego para que los productos de panadería y
bollería estén listos toda vez que, antes de hornearlos, una mano diestra hiera
los panes con una cuchilla para que su corteza adquiera diferentes formas y
texturas al abrirse.
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Horno de la Marcelina. Beatriz y Loreto (foto: jberniz) |
Hasta bien mediado el s. XX los hornos cocían el pan del día que ellos
mismos elaboraban y el que la gente masaba en sus domicilios. En las casas
había una estancia fresca y seca, el cuarto de masar, donde correteaban de vez
en cuando los ratoncillos, dedicado a guardar la harina y elaborar los panes de
la semana cuya masa fermentaba en la bacía y que las mujeres llevaban a cocer
al horno en el tajador sobre su cabeza. Una vez en el horno, cada familia
identificaba sus panes por la forma de los cortes en la corteza.
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Roberto el "Marcelino, poniendo los panes al horno (foto: jberniz) |
En Ballobar siempre hubo buenos hornos de pan: el horno de D. Juan, el
horno de Gabriel, el de la Sociedad, el horno de Pedro y el de Valenciano.
Miguel Cambra Javierre y Miguel Cambra Montull ya figuran como panaderos en
1928, Pedro Alegre Alegre en 1945 y Miguel Alcolea Casabón en 1955. El actual
horno del Albacar fue en tiempos propiedad de una sociedad de vecinos de buena
posición patrimonial, que gestionaron Evaristo Alberola y Teresa Tomás como
panaderos contratados cociendo el pan del día de los vecinos y algunos panes
más que vendían por su cuenta para completar el escaso jornal, aunque teniendo
que encargarse de poner la leña que traían del sisallar.
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Ana y Tito preparando para hornear (foto: jberniz) |
Los vecinos molían el trigo en los molinos harineros de la población. En
1930 ya existían en el pueblo los dos molinos locales, el de Propios o molino
Viejo y el molino Nuevo, donde obtenían la harina necesaria para la elaboración
del pan, aprovechando el resto para alimentación de los animales. Era común
pagar el pan con harina, en cuyo caso, se disponía de la “tarja, una caña donde
se anotaban los panes suministrados mediante un tajo o corte por cada pan, y
más tarde ya se utilizó una libreta donde se llevaba el control de la harina
aportada y del pan suministrado que correspondía. La leña era un producto
imprescindible, tanto para el hogar como los hornos y costoso de obtener,
teniendo que trasladarse por los montes en su busca. La escasez de arbolado y
la aridez del terreno ocasionó el desabastecimiento local teniendo que recurrir
a hacer leña por fincas de marqueses y tierras de otros municipios, en
ocasiones ilegalmente y con riesgo de denuncias.
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Beatriz trabajando en el obrador. (foto: jberniz) |
En la actualidad, en Ballobar solo existen dos hornos que abastecen a los
vecinos y poblaciones limítrofes: el horno de la Marcelina regentado por los
herederos de Miguel Alcolea Casabón, y el horno del Albacar, ambos en la calle
del Horno. Beatriz y Roberto, con formación del gremio de panaderos de Lleida,
gestionan con entrega el Horno de la Marcelina contando con la inestimable
experiencia de Loreto, viuda del panadero José Miguel el Marcelino.
A escasos metros de distancia, Ana, nieta de Ramón[1] y Ramira y originales de Calanda, con
estudios en la escuela de hostelería de Huesca y depositaria de la experiencia
en el oficio de María Jesús, el Paco y Pili, regenta el Horno del
Albacar con igual dedicación y entusiasmo junto a su compañero Alberto “Tito”.
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Tito y Ana atentos con el horneado de los panes (foto: jberniz) |
En visita
madrugadora a los respectivos hornos, pude percatarme del trajín que
representaba preparar los panes y bollería del día entre batidoras, básculas,
ciazos, masadoras, armarios con cajones para la fermentación, mesas de obrador,
espátulas, boles, termómetros, cuchillos y palas de panadero para introducir y
sacar los panes del horno. Allí pude admirar el progreso industrial
contemplando como una pala mecánica, bajo la dirección del panadero, desplazaba
su cinta continua en cualquier dirección, recogía los panes ya preparados sobre
una mesa y los distribuía en un santiamén entre las diferentes cavidades
estrechas de los pisos del horno. Pero, admirar la destreza manual en el manejo
técnico de la tradicional pala de madera, con igual finalidad, todavía
constituye un ejercicio digno de observar en el obrador con horno de leña de
una sola boca donde hay que manejarse con destreza y precisión de delineante
para colocar y extraer los panes. Sea como sea, en ambos hornos se elabora un
pan excelente y una riquísima bollería que entusiasma, día tras día, a vecinos
y visitantes. Desde estas páginas, saludamos a estos aljeceros panaderos y les
deseamos salud y éxito empresarial.
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Horno de La Marcelina. Bollería (foto: jberniz)) |
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Horno el Albacar. Panes y barras (foto: Ana) |
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Horno de La Marcelina. Tortas (foto: jberniz)) |
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Horno el Albacar. Madalenas (foto: Ana) |
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Horno el Albacar. Enfarinoses (foto: Ana) |
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Horno de La Marcelina. Bollería (foto: jberniz)) |
[1] El panadero Ramón, como
buen calandino, fue batería del grupo musical “Los Hardi”, una banda de
Ballobar de los 60 compuesta por José M. el Porranga, José el Panadero, Pedro
el Barbero y el propio Ramón Albacar ¾con acompañamiento vocal
de Sampietro, Josefina y muy ocasionalmente Maribel.
Juanjo me ha encantado tu investigación, puro deleite con el léxico propio de las panaderías. En efecto, existieron esos hornos q mencionas, el de Miguel Cambra Javier te en calle Horno 5 , donde reside Cambra actual.
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