Agosto
En el mes de agosto, llegando a Ballobar por el oeste, el viajero se
deleita con los ocres y amarillos de los campos segados que se mezclan con remolinos
de polvo que levantan los rebaños de rasa, ovejas sedientas por el calor que
abrasa los montes sin sombra, manchados de espartos, ontinas, balluaca, cardos y
sisallos, romeros, restojos recientes, coscojas, artos y ginestas que extienden
su fragancia aliviando los calores del camino.
El verde de los pinos señala las cuestas que acercan al pueblo dejando
atrás la sinuosa pendiente, reflejando el verde obscuro del parque de La Sierra,
en la cara norte de la ripa.
Ya en el llano, divisando las primeras casas del
pueblo con la ermita en lo alto, el agua del riego acaricia los primeros rayos
de sol entre las acacias, álamos de hojas plateadas y adelfas sonrosadas, algún
ciprés solitario, abetos, pinos y tamarizas que van refrescando al caminante
junto al barranco.
Un jardín fresco que relaja el visitante en los días
calurosos de agosto entrando en esta población ribereña que despierta al alba con
alboroto alegre de gorriones y un animado guirigay de golondrinas.
Fotos: jberniz
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