La vieja Petri

Después de un tiempo dedicado a la historia local con la publicación reciente del texto "Aljeceros. Ballobar 1914-1953", uno siente la necesidad de cambiar de actividad y retomar la afición a la fotografía. Una afición que ya me ocupó hace tiempo cuando las imágenes se fijaban en una película recubierta de bromuro de plata, enrollada en una cápsula, que había que revelar para obtener el negativo que se proyectaba sobre un papel fotosensible, y revelar y fijar con productos químicos en una habitación oscura con la única ayuda de un piloto de luz roja. Pero, como la tecnología avanza una barbaridad y las cámaras de carrete ya han quedado anticuadas –no por sus cualidades, sino porque ahora se toman las imágenes en sensores digitales que no necesitan revelado, evitando que la casa apeste a pentaclorofenol, ácido acético y pentaclorofenolato— uno casi se siente obligado a que su vieja Petri presida desde la vitrina el alejado recuerdo del tiempo de los negativos y pasarme, muy a mi pesar, a los modernos sensores y procesadores digitales con una excelente Nikon de reciente adquisición a una moza cuando aún sonaba por Serrano ‘Entre la cirrosis y la sobredosis, andas siempre muñeca…’ del último concierto de Serrat&Sabina en el WiZink Center madrileño.
Y así ha sido como, rechirando por la casa en busca de material, encontré emocionado mi primera cámara fotográfica adquirida en un bazar del Aaiún, capital administrativa de la antigua colonia española del Sahara Occidental, lugar donde viví más de un año con motivo del cumplimiento ‘por imperativo legal’ del servicio militar a la nación, estando  desahuciado ya el "general", y con ganas de volver a casa. Aclararé que, la primera cámara que tuve en mis manos fue una compacta de alquiler que nos proporcionó, a mi amigo Toñín y a mí, el señor Sirera de Lleida, durante un fin de semana, para realizar un trabajo de historia, encargo del profesor Tortosa a realizar sobre la ermita románica de Santa María de Chalamera. Aquella fue mi primera experiencia con la fotografía y las fotos salieron como salieron porque, por entonces para mí, el diafragma solo era un músculo separador de la cavidad torácica y la ISO era una motocicleta italiana, asociada a un carro, que tenía el Domingué de la calle del Budillo. 
Gracias a la vieja Petri –y al concierto de mi buen amigo Jacinto, mozo de Echévarri del que guardo un recuerdo inolvidable— centenares de reclutas del aeródromo del Aaiún enviaron a novias, madres y abuelas, retratos de frente y de perfil, primeros planos y completos, vestidos de uniforme azul con águilas doradas o con traje colonial que todavía se guardan en alguna caja en el baúl de los recuerdos o colgado en el rincón de la alcoba de alguna viuda desconsolada, con esta vieja Petri que guarda en sus entrañas algunas motas de arena fina, que el siroco atrastraba y envolvía en densa niebla de polvo oscureciendo el sol abrasador del  desierto. La vieja Petri que fotografió momentos inolvidables en mis viajes, de tiernas escenas y personas cercanas y momentos que todavía retiene en su lente y que puedo revivir al observarla.

Comentarios

  1. Juan José,no te canses y sigue por favor. Preciosos comentarios.

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