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El chef abocando las judías |
En estos días de debates
electorales, los fogones de las empresas dedicadas a elaborar encuestas sacan
humo. Como todo en la vida, las estimaciones de resultados hay que pasarlos por
la cocina si queremos obtener un buen plato navideño “d’escudella”. “L’olla
barrejada” en que se ha convertido la política catalana después de lo
acontecido con la decisión senatorial de aplicar el 155 requiere de un buen
chup chup de las encuestas para determinar el porcentaje correspondiente de los
ingredientes concurrentes. Baldana de cebolla, morcilla de arroz, espinazo,
patatas, fideos, garbanzos y jarrete de cordero puestos a cocer en una olla
durante un par de horas con una col, un puerro, un puñado de judías y una pizca
de azafrán de Les Garrigues proporcionarán, sin duda, las calorías necesarias,
al menos hasta bien entrado este invierno si no se diera el caso que,
resultando escasa, tuviese que cocerse otra “escudella” en primavera.
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Salida del sol con rosada |
Estando como estamos, mediado
diciembre y atosigado por el ruido de cazuelas, emprendo camino al Alcanadre,
aguas arriba, hasta el remanso de paz bajo las ripas. Con una rosada seca del
demonio y temperaturas de cinco bajo cero iniciamos la mañana con un café
caliente en la gasolinera justo cuando el sol arranca en el horizonte de “les
ciutats més grans del món: Fondarella, Mollerussa, Miralcamp i Sidamon”,
donde mis nietas andan por el quinto sueño. La que ya despierta temprano es la
Diana, la perrita, que en cuanto oye el ruido del motor del coche ya se acerca
meneando la colita y con ganas de saltar al carro después de mútuas muestras de
afecto que los dos agradecemos y que levantan el ánimo encogido por la helada.
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Subiendo al monte con helada |
Como ya viene siendo costumbre –mala
costumbre— la llegada al mas se hace escalonada, cada uno tiene sus razones y
algunas ineludibles, y el joven de la cuadrilla ya ha caldeado el lugar con una
buena fogata, cosa que nunca le agradeceremos lo suficiente y si de mí
dependiera ya tendría la medalla de oro al loable mérito del confort ambiental
en las madrugadas heladas del secano aragonés con honores de salvas del calibre
doce y perdigón del siete, que tampoco cal munición más gruesa a estas horas en
que la liebre aguanta la parada de los canes acurrucada en la cama –aunque
luego, ya con el sol en el lomo, alguna le pille a uno trasteando con el
celular, escopeta al hombro, y se vaya
con el pañuelo al cuello; aunque en esto de la caza, como en todas las
cuestiones de la vida, las anécdotas forman parte de la actividad y por muchos
años que se puedan explicar.
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Preparando el almuerzo, siempre con el fuego en marcha |
Como sea que cazar, lo que se dice
cazar, no representa el grueso del contenido literario de estas páginas por falta
de fundamento, sustancia o sustantivo cinegético que llevarse al morral debido
a las adversas condiciones climáticas que arrasan los cultivos y desertizan los
campos, hemos convenido en desviar nuestro interés en ciertas actividades relacionadas
con la restauración energética muscular y dedicar más tiempo a la cocina. Y de
vuelta de nuevo con los fogones y la sartén de tres patas hay que decir que la
cosa cambia y los párrafos se llenan de aromas de hierbas, de condimentos, de doradas
viandas braseadas al fuego de leña y de guisos exquisitos que recuerdan los
años de subsistencia en los campos en los tiempos de antepasados esforzados
cogiendo el fruto de recias oliveras, preparando los yermos para la siembra o recolectando
el trigo.
Unas tostadas de pan con aceite de cosecha, unas chullas de latón de
la Fueva con base de cebolla pochada, un conejo dorado a la brasa o un puchero
de judías con ajos y manitas de ministro cociendo toda la mañana junto al fuego
constituye la variante culta de una actividad cinegética imprescindible para el
cultivo del cuerpo y del alma de esforzados caminantes en las frías mañanas de
este diciembre electoral.
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Latón de la Fueva con base de cebolla |
Yo, si tuviese que votar, no sabría si elegir la
papeleta del latón de la Fueva, una buena “escudella” o las judías con tocino, pero en ningún caso
por un plato que no gustase nada a uno solo de los comensales.
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Judías con tocino, tostadas y vino del Sabino |
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