A la gente le gusta la
fiesta.
Este fin de semana Ballobar se ha disfrazado de pueblo medieval
engalanando sus calles y casas con estandartes templarios y pendones señoriales. Iniciamos ya la mañana con un alto en la crepería situada bajo el arco de paso
entre la plaza Mayor y la calle del Torno. Un lugar excelente para el primer
tentempié en el recorrido y es que la Carmen
perd
l’oremus con las crepes. Como yo no soy de
dulzainas comestibles sino más bien de cositas con sal, me acerco a
los porches del ayuntamiento para curiosear en un taller de
mondongo donde se están elaborando unas
bolas de aspecto estupendo que cuecen en
un caldero. El recuerdo de aquellos mondongos en que se obsequiaba a los
ayudantes y a los niños con un
chocolate calentito riquísimo que se saboreaba con
pan tostado a las cinco de la tarde hace que, en este taller que estimula mi
memoria y mi estómago, me entretenga más de lo debido.
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Las jóvenes mondongueras... |
Estas
bolas calentitas con su olor
inconfundible constituyen un manjar irrenunciable y, todo y que estaban reservadas
para consumirlas fritas, no puedo resistir la gran tentación de probarlas. Una
exquisitez digna del mejor plato. En su masa, rebozada de harina, se suele
incluir unos piñones y también alguna almendra, siempre según tradición de cada
casa y con unos huevos fritos y un buen trago de la cosecha de David el Sabino los días de caza están
de muerte.
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...elaborando unas "bolas" |
Ya
recompuestos, nos dedicamos a saludar a los amigos y vecinas que curiosean
también por la plaza donde los componentes de un grupo teatral, disfrazados de
guerreros templarios, explican las características y funciones de las distintas
piezas de sus trajes.
De parte del puente vienen engalanados jinetes montando
hermosos caballos árabes que nos hacen soñar con tiempos de princesas y
dragones. Una manada de ocas obedientes balancean sus cuerpos rechonchos con
movimientos divertidos que alegran los visitantes al mercadillo. Abandonamos la
animada plaza para proseguir recorriendo las diferentes calles convertidas en
feria de artesanos y marchantes que participan con sus negocios. La forja de un
taller de hierro con su fuego y su gigante bufador, un cestero que hace soñar
con una buena cosecha de setas en el bosque, el encanto de ver la
transformación del vidrio en delicadas figuras decorativas, el artesano de
elegantes pipas de madera de olivo para sibaritas del tabaco, artesanas de joyas maravillosas, picapedreros, echadoras de cartas que te leen
el futuro y artesanos del queso de cabra, del chorizo de jabalí y de los
pasteles con miel.
Todo un sinfín de paradetas que entretienen a los paseantes
y nos traslada a un tiempo en que no existía la tecnología inalámbrica que nos
conectaba con “la nube”, y sin poder
prescindir del todo le envío un
wasap a mi amiga Teresa con una foto del cestero. No tengo remedio ni en el medievo!
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El cestero |
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